En una de ellas, la mítica sala Sidecar, que desde 1984 ha sacado a la palestra un gran número de artistas y modelos de espectáculos que han dado a la noche de Barcelona color, sabor y ganas, es dónde tocaban anoche los Airship, banda de Manchester, con un LP a sus espaldas y con la responsabilidad de haber sido nombrada "la nueva promesa del rock británico". Al bajar por las escaleras con mi entrada en la mano, me sentía curiosa, hacía varios años que no estaba en esta sala. La verdad, la recordaba más grande, pero no, es íntima, directa, no hay trampa ni cartón entre los músicos y el público, puedes tocarles, literalmente hablando.
Los Airship no esperaron ni un minuto a darlo todo. Los cuatro de Manchester sacaron todo su power nada más poner un pie en el escenario. Guitarras potentes, batería energética, vibra de ilusión. Sonido bastante bueno, sin ser una experta crítico musical, que encaja perfectamente con la ola british del momento, órganos electrónicos, muchos efectos y bandas con un aire de no haber roto un plato nunca, que se contrapone con el estilo más 80 y 90, donde sus componentes parecían más exdelincuentes juveniles que promesas de la música. Y no se que decir, si prefiero lo uno o lo otro. Sólo se que estos cuatro tíos acabaron el concierto con un final que duró más de 7 minutos de guitarras y batería, con cambios de tempo bien cuadrados y que hicieron saltar y gritar a toda la sala. Gente que no toca de oído, vamos. Sólo decir una cosa, los nervios y las prisas hacen que las cosas no salgan del todo como deberían salir, no solo tocando una pieza si no en la vida misma. Así que, suerte y larga vida!
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